No pedí una oportunidad por salir a escondidas con alguien, ni siquiera porque Kaizen trata de ello, y sin embargo apareció. Apareció y la tomé y me di cuenta de que no sabía nada, de que es mucho más complejo de lo que imaginé. Pero sí, salí con alguien por el placer a hacerlo, por el peligro, por experimentar. Era mi propio juego personal, un bálsamo si quieren, imprudencia disfrazada de investigación científica.
Pero resulta que hasta cuando yo estoy jugando salgo perdiendo.
¿Triste? No, no estoy triste. Estoy enojada, conmigo al menos. Aunque a pesar de todos mis esfuerzos jamás dejó de ser un juego, sé que jamás debió haber empezado. No puedo creer que me convenciera a mi misma de que romper con mi sistema de valores por pasar un buen rato valía la pena. Era obvio que no es así. Fue una experiencia, y hasta llegó a ser divertido, pero dejar de ser quien soy por dos o tres ideas para mi novela que no se me habrían ocurrido de otro modo…
Resulta un precio demasiado alto