Acapulco Express

La mayoría aquí sabe que no suelo vacacionar, aunque no puedo puedo quejarme tanto porque me largué a Huatulco hace dos años, ¿No? Aunque sean las vacaciones más agridulces que haya pasado.
Este año habíamos planeado ir a Acapulco porque a) no sacan a mi familia de ahí y b) mi tía iba a vendernos su camioneta usada para que al menos uno de nuestros autos no fuera más viejo que yo. Al final la compra no pasó porque mi tía tampoco pudo comprarse otro auto como había planeado, ergo, aún necesita su camioneta.
Entonces lo de Acapulco se canceló. Al menos hasta que mi mamá decidió decirle a mi abuela que podíamos irnos en autobús y por quién sabe qué fuerza divina, ella aceptó. Me puse a hacer reservaciones de hotel y a agendar los boletos en ese mismo instante, antes de que se arrepintiera porque pues… es la abuela.
Nos fuimos tres días, sin decirle más que a una tía que cuidó la casa, llevamos al ganso de la abuela, a mi perro y a los pajarillos a pensión con el veterinario, y tadá. Vacaciones, ahí vamos.

A decir verdad me la pasé increíble. Esperaba que pelearan en algún momento, pero nunca pasó, de hecho nos llevamos de maravilla, todo fue risa y paseo. Fuimos a comer mariscos al centro, a visitar el mercado artesanal para comprar recuerdos a todo mundo, a dar un paseo en yate, el primer día lo pasamos la mitad en la playa y la mitad en el centro, el segundo fue todo el día en la playa y el tercero fue mitad playa y mitad yate. Dormí muy poco por estar picada leyendo Tokio Blues por las noches, me agradó que no me sentía tan bien con mi familia desde la muerte de Papá Raúl, y el día que pasamos todo el tiempo en la playa me sirvió para reconectar conmigo y definitivamente me sentí más yo cuando regresé.

 
Por supuesto tenía que haber algo que recordar del paseo y eso definitivamente fue que me equivoqué al agendar el regreso y casi pasamos la noche en la central de autobuses por mi culpa, pero al final lo hemos arreglado y  conseguimos asiento en otro autobús, separadas y llegando a una central más lejos de la casa, pero no estuvo mal, de todos modos yo dormí las seis horas del viaje de regreso porque prácticamente no había dormido un carajo.

Creo que ha sido un buen modo de empezar otra etapa de mi vida y cerrar ciclos viejos que me hacían daño. Deberían intentarlo.