Oficialmente perdí el rumbo de mi vida.
La verdad llevo un poco de tiempo sin saber exactamente qué estoy haciendo. Cuando era pequeña quería ser abogada, incluso un poco antes de la universidad, pero conocí mi carrera y me enamoré y seguí a mi corazón. Siempre me había imaginado con un trabajo de oficina: llegando a las 9, bebiendo café, corriendo de un lado a otro para cumplir con las entregas y demostrar que soy mejor que los demás, obviamente con un salario que lo refleje. Salir más tarde de lo normal y llegar a mi casa, a algo que por fin tenga derecho de llamar mi familia. Lo poco que sé hasta ahora del ambiente laboral con mi carrera es que sin entrarle a la parte comercial o salirme de lo que realmente estudié, está cabrón conseguir un trabajo así, y considerando que por supuesto tenía que caer otra estúpida crisis justo al inicio de mi carrera laboral, ni hablemos del sueldo. En algún momento, ya en la carrera, soñé con pertenecer al Servicio Exterior Mexicano. Meh, ni siquiera quería ser embajadora, con hacer carrera ya era feliz. Pero eso rara vez se consigue a la primera; los exámenes son cada dos años, si bien te va, y hay un límite de edad a los 30 años. Este año cumplo 28, así que si quiero entrar necesito otro milagro (como el de la convocatoria pasada que hacía una excepción a lo de la edad), o quedarme a la primera. Seguramente no pase, así que allí va eso.
Con mi experiencia laboral también me di cuenta de que gracias a mis problemas de cableado, realmente tampoco sirvo para un trabajo como el que imaginaba. No soy mala, me peleaba con Vivian por las mejores estadísticas de la oficina y eso que yo entré medio año después que él, pero cuando no estoy bien soy un desastre. Para empezar mi puntualidad es horrible, por más que intentaba siempre llegaba aunque sea ligeramente tarde, y con el tiempo comenzó a valerme cantidades astronómicas de gaver. Nunca, salvo una vez que hubo problemas con el transporte, llegué más de una hora tarde, pero en ocasiones salía de mi casa hasta 30 minutos antes de mi hora de entrada cuando no habría milagro que me hubiera hecho llegar a tiempo. Creo que tengo un problema con los límites: si efectivamente me hubieran descontado o regañado, probablemente lo habría intentado más, pero casi siempre estaba agotada mental (y a veces también físicamente) y la falta de consecuencias no ayudaban. Además, también procrastino mucho, por más que siempre entrego todo en tiempo y forma. Yo creí que sólo para la tesis o la tarea, pero en el trabajo también se me daba, y cuando no estoy de humor de plano no pudo ni fingir que trabajo. Ya lo había notado cuando estuve en economía, pero ya saben, creí que en parte no lo tomaba en serio por ser el servicio.
En fin, todo eso hace que mi primera meta salga volando por los aires, en especial cuando supe que tiene que ver con el problema de cableado y como al parecer voy a estarme peleando constantemente con él y no hay una cura mágica ni nada, por supuesto que estoy desanimada. Ja, ya ni siquiera quise seguir yendo al psicólogo.
Creo que nunca dimensioné realmente lo que significa la academia, pero también me llamaba la atención. En segundo semestre ya decía que quería hacer un post doctorado y quería que fuera pronto, y no me importaba morirme de un infarto como un profesor de la facultad que sacó su doctorado antes de los treinta pero no duró mucho más. Me gusta la idea de que cuando pase algo alguien decida que debe preguntarme a mi, y salir en entrevistas en alguna parte explicando el business o dando conferencias. De hecho, además de porque me gusta mucho, creo que sólo me metí a economía porque suena bonito que en la presentación digan que estudiaste un chingo de cosas. Como sea, eventualmente decidí que quería especializarme en temas de Rusia y tal. Pero creo que entré en la maestría por pura inercia: para entonces ya no estaba segura de hacia dónde iba, vi la oportunidad y la tomé. Ni siquiera sé cómo logré engañarlos para que creyeran que sé algo, porque desde que entré me ha pasado lo mismo que sentí en la universidad. Creo que alguna vez ya lo comenté aquí: hasta la preparatoria siempre era, cuando menos, una de los más listos. Casi siempre la más lista. Pero desde que entré a la uni sentí que me habían sacado del kinder y metido a la universidad; me costaba hilar ideas coherentes y a veces hasta sumar dos más dos, cuando todos tenían opiniones bien acá. No sé, me sentí promedio más veces de las que destaqué.
Ahorita entré con un tema que me interesó, en parte sobre un país del que no conozco demasiado, y siento que la academia que estudia esa región está tirando por tierra los pocos cimientos de mi autoestima académica. Primero la tutora fue abiertamente grosera conmigo. Súmenle que eso hizo que ya no tuviera ganas de hacer nada y, cuando finalmente me animé y ya tenía gran parte del primer capítulo, la tutora decidió cambiarme la teoría y tirar por la borda todo mi avance. Además, mis lectores me hicieron un montón de correcciones que, aunque realmente no fueron tan graves, me hacen sentir estúpida. Por lo mismo ya no tengo muchas ganas de un doctorado, y cuando sí se me antoja digo que tal vez pero después, cuando ande de mejor ánimo, así que ahí murió otro plan.
Lo único que me hacía tratar de echarle ganas a todo era no tirar por la borda la posibilidad de irme un semestre a estudiar en Rusia. Ya todo estaba tomando forma, en diciembre saqué mi pasaporte, incluso ya tenía mi carta de aceptación en una universidad de Nizhny Novgorod, y sólo esperaba que saliera la convocatoria de beca mixta de Conacyt para empezar a hacer los trámites. Entonces alguien en China decidió no hervir bien su murciélago, y ¡PUM!: Coronavirus, pandemia, y se fue todo a la mierda. Conacyt dijo que no iba a sacar beca, el dólar subió a madres por la pandemia y los precios del petróleo, y hay mil restricciones de viaje.
Finalmente dije que, si ya no podía irme a Rusia, podría irme a Colima para no desaprovechar. En la Universidad de Colima tienen un Seminario de estudios sobre Rusia (para el cual btw voy a dar una conferencia el año que viene) y pensé que era buen sustituto nacional, pero el posgrado acaba de enviar un e-mail diciendo que se cancela absolutamente todo este año, y ahí va el último atisbo de dirección que tenía.
Siento que mi barco pasó por una tormenta y perdió las velas; no sé dónde estoy, no sé hacia dónde está la orilla, ni siquiera sé si todavía quiero remar hacia ella. Tal vez sólo quiero quedarme aquí y esperar mi muerte. No tengo ganas de nada. No sé, al parecer lancé el dado y llevo mucho tiempo esperando que deje de girar y lo hizo sólo para volver a caer en el mismo maldito número en el que había estado cayendo anteriormente.
En fin. A lo que voy es que ya no sé qué quiero de mi vida y menos para qué hago lo que hago actualmente. Sé que quiero una familia pero no estudié para tener una opinión informada para comentar las noticias cuando llegue mi marido, eso seguro, pero qué es lo que si quiero no lo sé. Ya matame alv coronavirus. Supongo que ya estoy teniendo mi primer crisis existencial ¿Qué me gané?
…
¿Que no hay premio de consolación? Oh well…