La última consulta antes del parto, la doctora me preguntó cuándo quería que saliera la pequeña, ya que habíamos establecido que tenía que salir a las 38 semanas por lo de la diabetes gestacional, o le podía dar muerte súbita en el vientre, cosa que definitivamente no queríamos.
A mi me hubiera gustado que fuera el 30 de mayo porque estaría coqueto que los tres fueramos del 30, nomás de distintos meses, pero al mismo tiempo quería que durara más para que se terminara de cocer, así que pues ya ni modos. Tampoco me hubiera gustado el 15 porque es el cumpleaños de su abuelo, y uno de los dos se iba a quedar sin cumpleaños, ja. Mi marido decía que el 7, pero también es el cumpleaños de otro sobrino, así que yo prefría el día 6, pero la doctora insistió que el 7 por su agenda. Así que con el pesar de mi corazón fuimos a hacer la cita con su secretaria, quien me entregó una hoja con la lista de cosas que había que llevar al hospital. Teníamos que estar ahí a las 7 am.
Más tarde, al revisarla, me percaté que decía que era para cesárea, y yo quería cuando menos intentar que saliera por parto ya que luego es más difícil que te quieran hacer parto, así que le escribí a la doctora y al final la convencí de inducirme el día 6. Teníamos que llegar a las 10 am a que me pusieran una dosis de medicamento para inducirme, y después me mandaron a caminar 4 horas en las que no podía comer. Mi mamá y Vic me acompañaron a caminar al parque hundido que está justo detrás de la clínica, e incluso pasamos por un té de jengibre para ayudarme a inducir el parto.
Guiomar nos alcanzó en el parque y nos acompañó en la caminata. Regresamos a las 2 para la revisión y resultó que no había dilatado ni un centímetro. Pero, como sí estaba empezando a sentir contracciones, me pusieron una segunda dosis y me mandaron a caminar otras 4 horas. Mi suegra me mandó a comer chocolate amargo así que fuimos a un Sanborns cerca a conseguirlo, y seguimos caminando por la zona. Más tarde mi suegra también nos alcanzó justo cuando Guiomar se iba. Ella, mi marido y mi mamá se fueron a comer una torta por allí en una calle de enfrente y yo seguí caminando mientras. Creo que caminé en ese día todo lo que no pude caminar los últimos meses de embarazo.
En algún momento también nos encontramos un poquito con mi suegro porque pasó a casa de Vic para traerle unas cosas que había olvidado y justo cuando se fue sentí la contracción más fuerte, hasta se me salió la lagrimita. De ahí que cuando regresamos a la clínica yo estaba esperanzada: las contracciones ya eran más fuertes y más seguidas, y comenzaban a doler, pero al revisarme resulta que seguía sin dilatar nada, así que ya era obvio que tendría que ser cesárea. El pequeño problema fue que al parecer no habían apartado un quirófano para mi y tuvimos que esperar casi 2 horas en lo que me buscaban una alternativa. (La clínica tiene convenio con varios hospitales en la ciudad, pero supongo que tienen un límite de quirófanos disponibles al día y ese día ya estaban todos llenos). Al final la única alternativa fue irnos al hospital de Toluca a las 5 am.
De haber sabido abría aceptado mi destino desde el principio y habría sido menos complicado, jaja.
Saliendo de la clínica fuimos a cenar (comer para mí) en un Toks a unos metros de la clínica y luego nos fuimos hacia Toluca cerca de las 12. Llegamos bastante rápido por la hora y porque ya estábamos al poniente de la ciudad. El hotel más decente que encontramos fue el Best Western Plus y sólo encontramos una habitación con cama King para los tres, ya que mi mamá nos llevó. Al final había que llegar al hospital a las 4 por lo que sólo dormimos cerca de tres horas y me tuve que bañar con agua fría porque era lo único que salía. A mi mamá no la dejaron pasar al hospital hasta la hora de visitas así que sólo eramos Vic y yo contra el mundo. Apenas hubo tiempo de instalarnos, llegaron unas enfermeras para rasurarme el pubis y ponerme medias de compresión y luego ya fueron por mí para llevarme a quirófano. Recuerdo que antes todavía le dije a Vic que si algo me pasaba le encargaba a la bebé y a mi mamá.
No entramos juntos pero dejaron entrar a Vic en algún momento cuando me terminaban de preparar. Estaba completamente desnuda con una bata, un gorro y cubrebocas (que, por cierto, me tapaba la mitad de la vista). Estaba nerviosa sobre todo en cuanto a la anestesia: me dijeron que no me moviera porque, pues, es en la columna. Pero me dolió tanto que quería retorcerme, sentí perfectamente como pasaban un hilo por dentro. Después se suponía que estábamos esperando a que me hiciera efecto y que iba a sentir que no podía mover las piernas. Yo aún podía mover un poco una, y los deditos del pie de la otra, así que me aseguré de mantenerlos en movimiento para que se dieran cuenta de que la anestesia aún no terminaba de hacer su trabajo, pero estaba tan entretenida en eso que no supe que en realidad ya estaban haciéndome la cirugía. En algún momento me dijeron que iba a sentir un jalón, y lo sentí, pero creí que me estaban acomodando. En realidad estaban separando las capas que ya habían cortado. Una doctora me dijo que ya casi tenía a mi bebé, pero pensé a que se refería a que ya casi me empezaban, hasta que de repente escuché un chillido. Me sorprendió y me puso feliz y me dieron ganas de llorar al mismo tiempo. Luego me la pusieron encima, pero solo alcancé a ver un ojito pispireto y unos chinitos abundantes.
Mi marido estuvo allí para recibirla. La pobre no podía abrir un ojito, como yo cuando tengo muchísimo sueño, y luego salió en su primer foto con una cara de "¿Quién demonios decidió molestarme?". Por cierto que la doctora dijo que la bebé aún estaba súper arriba (se supone que tienen que bajar para que puedan salir por parto).
Lo demás fue rápido y en menos de una hora ya estaba en recuperación, con una criatura que no llegaba ni a los 3 kilos en brazos, tratando de entender cómo funcionaba la lactancia. Después de un rato pasó una enfermera y me regañó porque se me estaba enfriando. Se la llevaron a una cuna con luz para que se calentara y no volví a verla hasta que estábamos en el cuarto. Nos dijeron que la tuviéramos piel con piel ambos papás durante un rato para ayudar a que mantuviera el calor que ya le habían dado, y después de ahí ya todo estuvo bien, Me espanté bastante. La verdad estuve haciendo drama un rato porque me entró el miedo de que no sirviera como mamá. Y fue una sensación que tardó en quitarse un rato, porque la primera vez que la llevé al pediatra me regañó porque perdió todo el peso que es normal que pierda, según porque no estaba funcionando mi lactancia, pero ya había visto suficientes TikToks sobre lo maravillosa que es la leche materna como para no intentarlo así que cambié de doctor y aquí estamos seis meses después con buen peso y excelente estatura. Sólo se me ha enfermado una vez a los cinco meses, cuando me dio gripa a mi, pero se compuso mucho más rápido que yo.
Por cierto que regresar a casa fue un suplicio. La señorita se tomó enserio el nombre de Lilith y nos persiguieron las tempestades desde Toluca hasta la casa. Además, la anestesia se me empezó a pasar cuando veníamos entrando a la ciudad, pero creí que iba a aguantar hasta la casa y para cuando ya no podíamos pasar por una farmacia ya estaba prácticamente gritando. Nunca sabes cuántos baches hay por tu casa hasta que regresas casi sin analgésicos y recién operada.
En fin. El primer mes fue bastante pesado. Nitzia comía muchísimo, casi cada 15 minutos, un día de plano comió durante nueve horas y yo estaba exhausta y adolorida. Mi pobre marido llegaba del trabajo a tratar de que no ahorcara a su bebé porque tenía cara de que queria, jaja. Además, estaba tan estresada que no aguantaba que me ayudara a tratar de calmarla diciéndole "shhh" porque me daban ganas de matar a alguien. No pregunten, yo tampoco entiendo. Lo bueno es que no mucho después ya se fue aligerando la carga, la bebé empezó a establecer horarios y como a los tres meses ya todo era más fácil. En realidad es una bebé muy tranquila y tierna, que tiene unos ojos enormes y hermosos con unas pestañas tupidas y chinas. Es igualita a su papá de bebé, pero con mis ojos.
Hablando de él, tengo el mejor marido del mundo. Siempre me estuvo cuidado, procurando que no me falte nada, hace hasta lo imposible por que yo esté cómoda y contenta, ayuda muchísimo con el bebé y es el un papá increíble. No pude pedir un mejor padre para mi hija, ni un mejor marido. Ya tenemos un año de casados y sigo sin tener una queja de él.
Por si no fue muy obvio: la Ajolotita oficialmente se llama Nitzia Lilith. Cada quién escogió un nombre, el de Vic significa "nuevo comienzo" o "brote de flor", y me gusta muchísimo porque considerando que Itandahue es "Flor del cielo", significa que es mi brotecito. Y, bueno, creo que no tengo que explicarles el Lilith ¿Verdad? Soy yo. Y aunque mi familia hizo un drama, Lilith rocks.
Los dejo con mi foto favorita de mi chaparra recien nacida. Look at that cutie. No puedo con tanta ternura, me dan ganas de comérmela.
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