Lamento haberte conocido cuando estabas ciego y no querías darte cuenta de que estábamos hechos como piezas de un puzzle, a juego, embonamos. Ojalá hubiera sido otro tiempo, o estuvieras más dispuesto a probar la diferencia entre la miel y el limón; Después de todo, no puede gustarnos uno sin probar el otro… si, lamento también que tú no opines lo mismo, pequeño cobarde.
Qué mal que no quieras creer lo que tu mismo cuerpo te dice cuando me tomas de la mano sin saber por qué, o me molestas sin decir palabra porque sabes que entonces te molestaré también y te quitaré tus cosas tratando de recuperar las mías y tendremos algo de que reír juntos, como debería ser. Porque nos sale una burbuja cuando estamos juntos, y lo notaste ayer. La verdad, no me compro eso de que apenas te diste cuenta, ¡ah!, si me dieran un centavo cada vez que mis amigas me dicen que cuando hablo contigo las ignoro de tajo, pero es que ellas no tienen eso que nos hace tan compatibles.
Tampoco tienen ese poder sobre mi memoria, porque sí, mi memoria es un asco, pero así y todo logro recordar la primera vez que me hablaste ¿Recuerdas también? Preguntando sobre la tarea de dibujo me demostraste que te sabías hasta mi nombre, con lo feliz que me habría puesto con sólo saber que me habías notado … ¡Ay!, pobre Dianita, debió sentir feo por como la ignoramos, pero es que de repente me olvidé de que venía a mi lado, mirándonos charlar y sonreír como lo hicimos. ¿Te confieso algo? Cuando te fuiste a tu lugar dejándome en el mío, me faltaba el aire… También recuerdo cuando te despediste de nosotras, la única vez que fue voluntad tuya, porqué yo, jugando, molestaba a Mario obligándolo a despedirse ¡Quién iba a decir que aquello te haría dar media vuelta y despedirte de todas mis amigas para llegar a mi! Ese día me había puesto nerviosa sólo con verte venir hacia mí cuando bajabas las escaleras… Imagina entonces cuando diste vuelta en la esquina, que tartamudeé de lo contenta que estaba y recargada en la pared, me derretí como mantequilla en sartén caliente…
Si te dijera las tonterías que recuerda mi mente después de estar a tu lado, te reirías. Te conozco tan bien que incluso imagino tu risa en mi mente, diciéndome que son bobadas. Por que sí, lo son, lo acepto. Es decir, ¿Quien recuerda cada segundo de tener una mano enredada entre sus dedos? ¿O aquella vez que me contaste que fuiste al playtime y lograste sacar una gran tira de Tickets que, te hicieron sentir tan bien, que en vez de canjearlos los pegaste en tu pared? Qué boba, ni siquiera debería recordar el olor de tu sudadera cuando la rescaté, pobre, la dejaste olvidada.
Y seguro que tú no has olvidado aquella noche en que casi tienes un pequeño desliz, que te tuve tan cerca de mí que con balancear mi cuerpo al frente pude haberte besado y ¡Ojalá lo hubiera intentado!, pero es que pongo todo mi autocontrol en no dejarte notar que tanto me gustas…
Lástima que no te haya dicho lo mucho que me gustabas en aquel octubre cuando de verte al frente mio me armé de valor y estuve a punto de decírtelo, con tus amigos allí y diana detrás ¿Qué podría haber salido mal? Pero, bien o mal me interrumpieron y el valor que me inundó se fue casi tan rápido como llegó y quizá esa misma semana, sin saberlo yo… bueno, ¿A quién le importa desde cuándo sales con ella?
Lástima que tu ego inflado sepa herir del mismo modo en que logra llegarme a gustar, aún cuando nadie entienda cómo puedo quererte con el desdén fingido con el que nos tratamos siempre. Pero es que son tontos, no me importa, nos divierte ¿No es así? … Aunque no me divierta tanto cuando me haces sentir minúscula diciendo cosas que me hacen daño, y lo sabes y no te importa y de todos modos tengo que concederte que lo agradezco…. son tu manera de alejarme, porque yo sé que te das cuenta cuando más me dejo llevar por la gravedad de nuestra atracción.
Mi madre dice que se puede ser feliz o desdichada con el mismo hombre, dependiendo del momento en el que lo conociste. Qué lástima, querido mío, que el momento no fue el justo, el exacto, el preciso…
Tal vez estuvimos condenados desde el principio, y en vez de unir nuestros caminos sólo fuimos testigos de cómo se alejaban entre ellos, tomando un rumbo que tal vez, fuera de nuestra comprensión es o será el correcto.
De no ser así, que tiemble, que se abran los cielos y se desborden tus mares, pero que vuelvan a unirse, querido, y que encuentren entonces el lugar, el tiempo, el espacio… el momento. Y entonces, bendita sea la suerte, que arda Troya. Juntos o separados, la incendiaremos un día. Que no haya ceniza que no incendie nuestro fuego.